La Ciudad y la Política
Escribe: Facundo Martínez (sociólogo – periodista)
A lo largo de la historia Argentina, el surgimiento y la consolidación de lo Estados – Naciones ha sido concebido y legitimado de diversas maneras, con diferentes discursos, y hasta con diferentes estéticas.
Este trabajo de investigación, trata de descubrir algunas características que adquirió el proyecto de nación bajo la mirada de algunos intelectuales, quienes desde el poder oficial o en oposición a éste, fueron diseñando modelos, posibles de estados, de ciudades de desiertos…
Asimismo, nos interrogamos por el rol que jugó en estos procesos la literatura como discurso legitimador de proyectos específicos o como utopía que plantea a las ciencias sociales una perspectiva diferente de pensamiento y una búsqueda renovada de horizontes intelectuales.
Desde el punto de vista de Sarmiento, de su perspectiva literaria, que acompañó o combatió la conformación histórica de la Nación Argentina, encontramos, quizá, una llave – herramienta, o espejo, donde se reflejan y se constituyen lo estético y lo político, donde ambos confluyen como uno mismo contra lo antiestético y lo corrupto.
Pero ¿por qué Sarmiento? Porque creemos que él es uno de los pocos políticos (prácticamente el único) que trató el problema y el rol de la ciudad en la construcción del Estado – Nación.
Aunque debemos aclarar, que su preocupación arquitectónica era sustentada más por su preocupación respecto a los ciudadanos que por la construcción urbana. Sarmiento conjuga lo estético como lo político, y lo político en su forma imagen, como lo estético.
La ciudad le aparece a Sarmiento como desafío. Luego de la batalla de Caseros (en 1852), tras más de veinte años de gobierno de Rosas, la ciudad había envejecido hasta 1830. Nada se había realizado durante este período en relación al crecimiento y desarrollo urbanístico. Y en esto último nos detendremos más detalladamente, ya que el proyecto de organización política que se instaura, intentará construir, y lo logrará, un nuevo concepto de ciudad moderna, en oposición al modelo colonial.
En síntesis, en esta investigación presentamos algunos puntos constitutivos del pensamiento sarmientista, su impulsiva vocación europeizante, su politización literaria, y la objetivación de sus ideales ansiosamente anhelados en la ciudad futura.
Argirópolis, mixtura de ciudad y civilización en Sarmiento
Una fórmula constante en el pensamiento de Sarmiento es la argumentación antagónica.
Ciudad y Civilización se enfrenta a la idea de Campaña y Barbarie; cada uno de estos términos se fortalece frente al otro. Todo lo que uno es, el otro no lo es. Tenemos dos modelos excluyentes, que como los amantes, porque no existiría el uno sin el otro, se atraen y se repelen.
Pero Sarmiento sabe que es imposible la convivencia y apunta por todos los medios al aniquilamiento del opuesto. “No hay amalgama posible entre el pueblo salvaje y uno civilizado. Donde éste ponga el pie, deliberada o indeliberadamente, el otro tiene que abandonar el terreno y la existencia; porque tarde o temprano ha desaparecer de la superficie de la tierra”. Civilización – Racionalidad o Barbarie – Irracionalidad, es el presupuesto que recorre su obra.
El enfrentamiento entre estos términos nos lleva forzosamente a diferenciarlos, a encontrarle sus raíces. Diferencia que no es más que una síntesis estructural en donde la “Civilización”.
En Sarmiento lleva inmediatamente la impregnación de La Europa moderna, Francia e Inglaterra, y que inseparablemente lo contamina al concepto de ‘Ciudad’ y ‘Barbarie’, que es el reflejo de la colonización española en América y que lo arrima a la idea de ‘Campaña’.
“Facundo era la descripción del conflicto entre pasado, colonial y bárbaro, y el porvenir, Argentino y civilizado”. Buenos Aires que era la ciudad depósito de la cultura, estaba tomada por la barbarie. ¿No será por esta razón que Sarmiento insistiría con trasladar la Capital Federal a la Isla Martín García?.
La literatura como llave a la política
Sarmiento utiliza la exageración en su literatura. La exageración que no es más que su herramienta literaria desde donde se puede atacar al enemigo, o crear una doctrina.
‘El Facundo’ había llegado a los hogares rioplatenses en folletines de un periódico, había penetrado entonces en las cotidianeidad de los hombres.
Hay como nos muestra Jitrik, exageraciones que Sarmiento se niega a corregir por la conveniencia de su novela en el ámbito de lo político social. Tomemos por ejemplo el libro ‘Facundo’; Alsina le cuestiona a Facundo al supuesto de la existencia en La Pampa
De 10.000 estancias, más le indica que si hubiese tan solo 100, ya no sería La Pampa.
Sarmiento accede corrigiendo a 1.000 en su segunda edición.
En relación a la ficción que invade su obra, le admite a Vélez Sarfield que el ‘Facundo’ es una mentira ¿Pero acaso no vale más esa mentira que la propia verdad? No podemos afirmar lo siguiente, sin nombrar las dificultades que tenía Sarmiento para la recolección de datos ya que prácticamente sus obras son escritas de espaldas a la Nación, de espaldas al teatro, desde el éxito.
Escritor, político y arquitecto
No está demás comentar algunos pensamientos de Sarmiento respecto a París. Admiraba esa ciudad porque para él era una célula de la civilización. La ciudad concebida bajo el lente del liberalismo, como lugar de intercambio humano, estímulo del arte, de la inteligencia, fenómeno civilizado, es una idea presente en Sarmiento, que aún circula por nuestros tiempos. El concepto de ciudad se construye dentro del concepto de la organización política, de allí que la ciudad solo encuentre sentido dentro de un contexto político.
De este modo, se invierte la génesis semántica: de la ciudad (polis) nació la palabra que designa una acción, la política; ahora de la acción se deduce la ciudad necesaria para Sarmiento.
La descripción de la ciudad imaginada por Sarmiento en donde se verifica la lucha por la civilización, y por ende, por la dominación, la explotación del territorio natural y desértico; necesita en forma inexorable de las actividades productivas, el comercio, la industria, y la actividad agrícola nacional, así como también de un sistema democrático e ideológico que lo sustente.
Tras estas pautas concibe la ‘ciudad futura’, es decir, el rol que a la ciudad le corresponderá en el futuro. Entre los elementos que caracterizan su imagen de la ciudad moderna destaca la plaza pública, las calles amplias y protegidas, las recovas… Indica como el lugar propio de la democracia a la plaza cívica, pero intuyendo la fuerza de los medios gráficos de comunicación, señala que el diario es para los pueblos modernos lo que era el foro para los romanos.
La construcción de la ciudad deberá realizarse, entonces, con la ayuda de políticos e ideólogos, a la medida de los intereses de los comerciantes como de los terratenientes.
Dadas estas condiciones, el hierro de la construcción y el ferrocarril, el tranvía, el gas, la electricidad, el telégrafo, el teléfono, y el empedrado regular con adoquines no tardaron en llegar para establecerse definitivamente.
Por ejemplo, el tranvía fue quizás (más que ningún otro) el servicio que mayor estímulo otorgó al crecimiento y desarrollo de la ciudad.
Este significó una forma de liberación, un vehículo igualitario utilizado tanto por el artesano, el profesional, por el rico y el pobre.
Otro aspecto que nos interesa señalar, tiene que ver más que con la relación de romanticismo que vive Sarmiento, con la ciudad de Buenos Aires. Pasión y frustración son los ejes de ese amor platónico que durará hasta el final de sus días.
Fue precisamente ese amor el que lo llevó a afirmar: “Soy provinciano en Buenos Aires, y Porteño en las provincias”.
Como algunas manifestaciones de este amor, podemos citar la obsesión de Sarmiento por la ausencia de vegetación.
Esta era para él como alejarse de la naturaleza. Y es su empresa la de no descansar hasta ver cubierta a la ciudad de ‘estético verdor’. ¿ No es acaso esta obsesión una estrategia para eliminar el color rojo impuesto por la dictadura rosista?
La urbe, ahora exhibe otros colores que denotan el espíritu de libertad existente en Buenos Aires estimulando a sus habitantes hacía una nueva acción social, cultural y política.
El boulevard, escribe iglesias, el hipódromo, el teatro, el salón de bailes… son alabados en sus crónicas de viajes.
Si llevamos los ojos al teatro podemos observar la construcción de un gran teatro que llamarían Colón, primera gran obra en la que el hierro tuvo primordial importancia.
Este teatro conjugaba tanto inquietudes estéticas como espirituales de una sociedad que maduraba culturalmente y que necesitaba materializar su desarrollo.
Durante los años que se siguen se levantaron más teatros. El teatro Nacional y los llamados teatros menores.
El circo era otras de sus atracciones, espectáculo que se reservaba para los niños. Solía verse a Sarmiento en otros lugares.
Los niños del circo con los años se convertirán en ciudadanos, funcionarios, profesores, etc.
Si en algo cambiaron la ciudad y las calles de Buenos Aires, rápidamente en imagen y espíritu, es en relación a la cultura de los teatros antiguamente llamados de destape, actualmente teatros ligeros de ropas, de gestos y de palabras, donde podían verse vedettes atractivas francesas y criollas.
Las carreras cuadreras constituían otra forma donde se exaltaban los entusiasmos y las pasiones.
Las carreras se llevaban a cabo sobre algunas calles suburbanas; por ejemplo, Las
Cañitas (hoy Luís María Campos), ofrecía su receta por Palermo. En Barracas, la calle Montes de Oca, en Belgrano la calle Crámer.
Ante este espectáculo, Sarmiento (que había conocido un hipódromo en París) señaló la importancia de instaurar uno en Argentina, ya que ésta sería una forma de civilizar las carreras cuadreras.
Admiró el Hipódromo: diversión de ricos, esperanza final de los pobres. Como una creación nueva del espíritu parisiense, e inmediatamente me imagino a la América como un elemento civilizador potenciado por su carácter peculiar (…), el Hipódromo sería en América una diversión popular y una alta escuela de cultura.
Sarmiento consideraba el placer como una de las funciones de la ciudad moderna.
En 1877, Sarmiento viaja a Asunción por problemas de salud, despidiéndose para siempre de Buenos Aires y consciente de experimentar su última visión de la misma se lleva una ciudad muy distinta de aquella que recogió confusamente en su primera y apresurada entrada de febrero de 1852.
La ciudad, la gran ciudad soñada ya está allí. Los cambios urbanos se traslucen claramente en la demolición de modestas construcciones heredadas de los últimos días del virreynato. Y en la construcción de nuevos edificios públicos y casas.
Falta sólo el explosivo empuje que le han de dar el puerto y la Avenida de Mayo para que se concrete totalmente, Sin embargo, el no lo verá.
Por este recorrido en las etapas que acabamos de reseñar pasó la Buenos Aires, constituyéndose como resultado no sólo de la figura de Sarmiento sino también de hombres como Mitre, Avellaneda, Roca, Carlos Pellegrini, máximos representantes de la oligarquía fundante de la generación del ’80.
Decíamos al principio: “la ciudad y la política” que es también decir: “la ciudad y sus ficcionarios” (los que la piensan, la gobiernan, la habitan…) dos aspectos de la misma problemática que deben aprender de la historia para no cometer los mismos errores.
Antes, el excelente producido a través del modelo agro-exportador en vez de contribuir a la necesaria industrialización, se despilfarró en vestir a la ciudad con las ropas y la imagen, de la ciudad europea.
Como así también con los valores, hábitos y gustos del viejo continente. ¡De todo cuánto se pudo se decoró la ciudad!
Castillos en el aire, no se veía que detrás de ese fetichismo había una sociedad mermada, apoliyada…
Salvando las distancias y a la manera de ejemplo, hoy por hoy en nuestra zona norte, el nuevo ‘Tren de la Costa’, no puede ocultarnos la miseria del conurbano.
Pensar “la ciudad” debe ser: que la piensen sus habitantes. Hacer “la ciudad” es hacer participar a sus habitantes.
Referencias
* Sarmiento, Domingo F. (Artículos críticos y literarios, 1842 – 1853), en Obras Completas, t. II, Ed. Luz de día, Buenos Aires 1948, pag. 218 citado por Lacay, Celina, en Sarmiento y la formación de ideología de la clase dominante, Ed. Contrapunto, Buenos Aires, 1998.
* Ingenieros, José., “Las ideas sociológicas de Sarmiento”, en Sarmiento, Domingo F. Conflictos y armonías de las razas en América, Buenos Aires. La Cultura Argentina, en 1915, pról. y conclusión. “La lucha entre las ciudades y las Campañas tenía una significación crítica y precisa.
En las ciudades predominaba el elemento europeizado, los descendientes de
Españoles que al tiempo de la revolución se embebían de ideales europeos ; en
Las campañas primaba el elemento indígena, cuya proporción en el mestizaje era
Considerablemente mayor”.
* Sobre el libro de Rafael E,. Iglesia, Sarmiento primeras imágenes urbanas. “Las
Ideas sobre lo urbano, de Sarmiento a la actualidad”. Imágenes de una ciudad, Diario Página 12, Suplemento Metrópolis, viernes 7 de enero de 1994.
* 4. Ibid.
* 5. Diario Página 12, Suplemento metrópolis, Op. cit.
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