Carlos Gardel y su impronta a 85 años de su muerte

“El morocho del Abasto nació un 11 de diciembre de 1890 y falleció en un trágico accidente el 24 de junio de 1935”

Por: Claudio Antunovich

A través de esta nota le rendimos homenaje a un ídolo de la canción ciudadana fallecido hace 85 años: Carlos Gardel, ‘El Morocho del Abasto’.

Mucho se ha dicho y escrito acerca de la vida de Carlos Gardel.  Se han publicado libros, revistas e incluso se ha utilizado la pantalla grande para conocer de él y sus secretos.

Es difícil sintetizar todo esto en pocas líneas y, además, no es nuestro propósito. Todos sabemos quién es. Y decimos, quién es: “porque los grandes de verdad son inmortales en la memoria y el sentimiento de los seres humanos”.

 

¿Y quién fue Carlos Gardel?

Un personaje porteño tan talentoso y popular como Maradona pero, obviamente, en un terreno distinto: la canción; y dentro de ella, en un género bien diferenciado: el tango.

Aquí, rescatamos para la memoria de muchos y para el conocimiento de las nuevas generaciones, algunos datos fotográficos que marcaron historia.

En tal sentido, podemos ver a Gardel cuando era niño; su imagen minutos antes de subir al avión que lo llevó a la muerte y el propio avión días antes de la tragedia.

 

Su vida:

Carlos Gardel nació en Touluose (Francia) un 11 de diciembre de 1890; y a los 3 años viaja junto a su madre a la Argentina, país que lo albergaría para siempre.

Se crió en la calle, en medio de inmigrantes, vendedores y marginales. Al igual que todos ellos, era un muchacho de la noche con códigos singulares y muy propios de la zona donde habitaba: el Abasto. Fue un notable intérprete de motivos populares que cautivó a propios y a extraños. Su incomparable voz trascendió las fronteras de este continente y conquistó Europa.

Sus canciones tenían una magia cautivante difícil de explicar. ‘Mi Noche Triste’, ‘Cuesta Abajo’, ‘La Maraiposa’, ‘Volver’, ‘Sentimiento Gaucho’, ‘Mano a Mano’, ‘Tomo y Obligo’ (su último tango en público), eran alguno de los temas inevitables de su exquisito repertorio.

Pero también hizo cine, donde muestra toda su maestría y talento resaltando sus dotes de cantor de tangos.

¿Sus principales títulos cinematográficos?: ‘Flor de Durazno’, ‘Luces de Buenos Aires’, ‘Melodía de Arrabal’, ‘Cuesta Abajo’, ‘El Tango en Broadway’, ‘Tango Bar’ y ‘El Día que me Quieras’, entre otras tantas.

Murió en trágico accidente de aviación el 24 de junio de 1935 en Medellín, Colombia. Y hasta hoy, su voz, su popularidad y su carisma siguen intactos.

 

Los últimos minutos de Gardel:

Se decía que Carlos Gardel le temía mucho a los aviones… Tal vez la cara de preocupación que se refleja en la foto que aquí mostramos (tomada momentos antes de subir al avión de la tragedia, sea un fiel aval del que estamos diciendo).

También es cierto, que por aquel entonces la figura de Gardel empañaba a sus compañeros de turno y eso había provocado serias fisuras dentro del grupo.

Tal vez entonces, su rostro no se deba al miedo por la suerte de ese viaje sino por el encono suscitado en el seno de ese clan.

Incluso se habló de una fuerte pelea dentro del avión que pudo haber sido el causante del siniestro.

Aunque, obviamente, ésta es solo una de las hipótesis que se barajaron.

Sobre los últimos minutos de Gardel en vida, Edmundo Eichelbaum escribió en su libro ‘Carlos Gardel’, lo siguiente:

“Tras una sesión fotográfica, Gardel sube al avión sentándose muy cerca del piloto. De inmediato se dirige a su amigo José María Aguilar, y le dice: ‘Che Indio, pasame un poco de chicle’. Enseguida, el piloto pone en marcha los motores y luego hace avanzar el aparato hacia la pista de prueba.  Sobre el piso hay un pesado rollo, es un telón con las iniciales: C. G. en letras doradas sobre fondo color sangre de toro. Los viajeros tienen los pies apoyados en ese rollo, que de ese modo no puede rodar.

Son las 15.05 horas y el aparato está colocado a la salida de la pista de prueba, en posición para iniciar la carrera hasta el  momento de decolar, por lo cual espera la orden. El piloto ve la bandera a cuadros negros y blancos que da la señal del despegue.

Pero casi enseguida, el señalero muestra una bandera roja y el piloto detiene la marcha. 

Otra vez la bandera a cuadros y ahora, definitivamente, el avión inicia la marcha para elevarse. Pero se dirige hacia el sitio donde el aparato Manizales (de la compañía alemana) espera un turno de salida. Desde los puestos de control, la maniobra es irregular. Dentro de avión nadie lo sabe. Se escucha un grito del piloto, y casi enseguida un estallido formidable: el aparato ha chocado. Al instante surgen las llamas. Después de haber sufrido algo semejante a un temblor de tierra, todo se quema aceleradamente; los pasajeros tratan de romper a golpes los vidrios, todo se convierte en una terrible e incomprensible confusión.

Desde el exterior nadie comprende nada tampoco. Los que conocen, saben que el avión estaba en manos de alguien a quien se considera el mejor piloto de América Latina. 

Pero ha realizado unas maniobras sorprendentes e imprevisibles, aunque todo ha sido demasiado rápido como para haber podido pensar en nada.

Cuando recibió la señal, en lugar de continuar en línea para practicar la ascensión, desvió hacia donde se encontraba Manizales. Allí se elevó unos cinco metros por sobre el otro aparato, pero al llegar donde se encontraba, se inclinó sobre su cola, cayó sobre el otro (al que chocó fuertemente). Muy pronto, los dos aviones comenzaron a incendiarse. Y casi al mismo tiempo, hubo la explosión que impidió acercarse para auxiliar las posibles víctimas.

Unas pocas personas atinaron a correr hacia los aparatos, a tiempo para ayudar a arrastrarse a quienes consiguieron romper los vidrios y lanzarse afuera. Entre ellos, dos de los guitarristas de Gardel: Riverol y Aguilar, ambos con gravísimas quemaduras.

Funcionarios policiales destacados en el aeródromo inician enseguida el reconocimiento de cadáveres.

No es difícil encontrar el de Gardel, bastante preservado por haber quedado bajo el asiento del piloto.

Su chaleco relleno con plumas, su pasaporte chamuscado pero no quemado, un anillo de oro con la cabeza de un indio…  Y, desde el primer momento, el brillo de su dentadura perfecta (de la que siempre estuvo tan orgulloso), son indicios más que evidentes de su identidad”.        

 

El 24 de junio de 1935, ese avión ardió en Colombia y sus llamas se sintieron en el mundo.

A pesar de su muerte, para los entendidos, Carlos Gardel es inmortal. Y es verdad, ya que hasta entonces nadie lo pudo igualar… Y en estos tiempos, cuando distinguidos y famosos intérpretes intentan suerte con ‘El Día que me Quieras’, quienes no lo conocimos y pertenecemos a las nuevas generaciones podemos comprobar a ciencia cierta eso de que: cada día canta mejor”.                     

 

Para Gardelianos:

En el histórico barrio capitalino de San Telmo, existió una Fundación encargada de propiciar, exaltar, agasajar, divulgar y enaltecer todos los valores nacionales y riopatenses; y obviamente, honrar y homenajear a su más fiel intérprete: Carlos Gardel.

Nos referimos a la ‘Fundación Gardeliana del plata’, cuyo presidente fue en su momento el vecino José Pena Suárez.

La misma se fundó en 1985 y pretendía preservar los valores tradicionales de nuestro ser nacional a partir de las voces y la música del país partiendo de lo que se ha dado en llamar canción ciudadana (el tango).

 

He aquí su decálogo:                   

1)  Buenos Aires es una ciudad con personalidad.

2) Estamos con todo lo que exalte y aumente esa personalidad.

3) El tango es el idioma de la personalidad de Buenos Aires.

4) Pero nos pertenecen todas las artes y las conductas que expresan a nuestra ciudad.

5) Somos devotos de la tradición y de los grandes presagios.

6) Por eso, amamos todas las épocas de Buenos Aires y también las futuras.

7) Profesamos la amistad como valor esencial de nuestro ser.

8) Sentimos que nadie como Gardel ha encarnado a Buenos Aires. Pero hay muchos que también la expresan con talento y dignidad.

9) Somos hombres y mujeres de una Buenos Aires romántica, desinteresada y generosa.

10) Queremos una Buenos Aires muy argentina y para el mundo.

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Editor:  Claudio Omar Antunovich

 

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