La escuela que hoy habitamos: Tiempos de reformas y “recortes”, facilisimos y atrasos!

Por: Dr. Prof. Carlos Víctor Zalazar 

La escuela que hoy habitamos, decimonónica, perimida y obsoleta, no es un accidente histórico ni una construcción inocente.

Es el resultado directo de un momento político, económico y social muy concreto: la Revolución Industrial.

Ahí, entre máquinas, fábricas y jornadas cronometradas, se diseñó un modelo educativo funcional a la producción, no al desarrollo humano y, aunque el mundo ha cambiado, esa lógica sigue instalada en las aulas HOY TODAVÍA.

Uno de los cambios más visibles fue la división por grados y edades. No surgió para respetar ritmos de aprendizaje ni procesos cognitivos, sino para administrar grandes masas de estudiantes de forma eficiente, del mismo modo en que se organizaban los turnos de trabajo en la fábrica.

La edad se convirtió en criterio central, desplazando el interés, la curiosidad, el contexto y la diversidad de trayectorias. Desde entonces, aprender “a destiempo” se volvió sinónimo de fracaso.

Este ordenamiento permitió estandarizar contenidos, tiempos y evaluaciones.

El currículum se fragmentó en asignaturas, los horarios se rigidizaron y el timbre asumió el rol de la sirena industrial.

El mensaje fue y es claro: aprender es cumplir, avanzar es ajustarse al ritmo impuesto, quedarse atrás es problema individual.

Está escuela “moderna” enseñó a obedecer antes que a comprender.

Hoy se repite que ese modelo garantiza equidad porque “todos reciben lo mismo”. Pero dar lo mismo a sujetos distintos no es justicia, es simulación, es mentira, es engaño.

La división por grados ignora desigualdades sociales, culturales y económicas que atraviesan la experiencia escolar.

El aula homogénea es una ficción que le resulta cómoda al sistema, pero costosa para docentes y estudiantes.

En la práctica cotidiana, el impacto es evidente. El docente se enfrenta a grupos heterogéneos obligados a avanzar al mismo ritmo, bajo programas extensos y evaluaciones uniformes.

Cuando los resultados no llegan, la responsabilidad se deposita sobre el maestro o la maestra: “no supo adaptar”, “no innovó”, “no gestionó bien el grupo”.

Así, el sistema, ministros, directores provinciales e inspectores se desentienden de su propio diseño histórico y descarga la culpa en quien está al frente del aula o la sociedad.

Las narrativas actuales hablan de personalización, inclusión y atención a la diversidad, pero mantienen intacta la estructura industrial: grados rígidos, calendarios inflexibles, promoción anual y estándares únicos. Se exige creatividad docente dentro de un corsé organizativo que no fue pensado para educar personas, sino para formar mano de obra disciplinada.

Desde una mirada pedagógica, autores como John Dewey ya advertían que el aprendizaje significativo no ocurre en esquemas rígidos, sino en experiencias conectadas con la vida. Desde lo social, Pierre Bourdieu mostró cómo la escuela reproduce desigualdades cuando naturaliza reglas que benefician a ciertos grupos. Desde lo político, Paulo Freire denunció una educación que domestica en lugar de emancipar. Nada de esto es nuevo, pero sigue siendo incómodo.

El problema NO es el docente que no logra “atender todos los ritmos”. El problema es un modelo ANTICUADO y ATRASADO que finge neutralidad mientras produce exclusión. Culpar al magisterio es funcional: evita discutir la raíz histórica y estructural de la escuela que heredamos de la Revolución Industrial.

¿Cuánto de fábrica sigue habiendo en nuestras escuelas y quién se beneficia de que así sea?

 

(*) Fuentes de información:

 

Bourdieu, P., & Passeron, J. C. (2009). La reproducción: elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Madrid: Editorial Popular.

 

Dewey, J. (2004). Democracia y educación. Madrid: Morata.

 

Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI Editores.

 

Gimeno Sacristán, J. (2010). La educación obligatoria: su sentido educativo y social. Madrid: Morata.

 

Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.