Siete reglas alimentarias para cuidar tus riñones y tu corazón

(*) Por el Dr. Leonardo Sivak, (MN 52181) Coordinador Grupo de Nutrición Renal SAN y la Lic. Yanina Macció (MP 35) secretaria Grupo de Nutrición Renal SAN

La presencia de enfermedad renal crónica (ERC) aumenta significativamente el riesgo cardiovascular desde las etapas tempranas de la enfermedad, inclusive con un funcionamiento “normal” o aún exagerado de nuestros riñones. Así, el riesgo cardiovascular se incrementa de manera extraordinaria, sumando a los factores de riesgo cardiovascular tradicionales (colesterol, obesidad, tabaquismo, stress, etc.), los no tradicionales propios de la enfermedad renal, como la retención de toxinas, la anemia, inflamación generalizada, alteraciones en la circulación y anormalidades en el metabolismo del calcio y en la estructura del hueso.  A pesar de la importancia del normal funcionamiento renal sobre la salud humana y la creciente prevalencia de la ERC a nivel mundial, subsiste aún un elevado desconocimiento sobre el tema: en Argentina, la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNYS) refiere una prevalencia de ERC del 12,7% (similar a lo que sucede en el resto del mundo). Dicho de otra manera, 1 de cada 8 argentinos presenta enfermedad renal, generalmente asintomática y sólo detectable por los exámenes específicos de la nefrología.

 

¿Cuáles son las 7 reglas alimentarias para cuidar tus riñones y tu corazón?

 

  1. Variedad: Según la nueva clasificación de la Organización Panamericana de Salud (OPS), se consideran tres Grupos de alimentos:

1: alimentos naturales y mínimamente procesados,

2: ingredientes culinarios de origen animal o vegetal (grasas, aceites, harinas, almidones y azúcar);  o bien de origen mineral (sal, calcio, hierro, etc.),

3: productos comestibles listos para el consumo: procesados y altamente procesados (ultraprocesadas), en general elaborados a partir de procesos industriales y que contienen poco o ningún alimento natural.

 

Es importante que su alimentación sea lo más variada, natural y casera posible, incluyendo alimentos de origen animal y vegetal y restringiendo procesados y ultraprocesadas.

 

  1. Adecuada hidratación: El agua se consume desde diferentes fuentes, que incluyen el agua potable que ingerimos habitualmente, el contenido de agua de los alimentos (que puede llegar al 20 y 30% del líquido consumido diariamente), y la producida por el metabolismo normal de nuestro cuerpo. En la enfermedad renal, puede haber casos en que se indique tomar líquidos por encima de la sed y otras en que se deba restringir el agua. Las reglas básicas en la enfermedad renal serán siempre evitar la deshidratación o la sobrehidratación. En todos los casos conviene no seguir recomendaciones que se aplican o difunden por diversos medios públicos dirigidos a la población sana.

 

  1. Disminuir el consumo de sodio: El sodio es un mineral que se encuentra naturalmente en los alimentos y es la parte principal de la sal de mesa. Su elevado consumo, favorece el aumento de la presión arterial y aumenta el riesgo cardiovascular (accidente cerebrovascular, infarto de miocardio, arritmias). Por este motivo, se debe evitar o reducir su uso en la cocina, y evitar alimentos ricos en sodio como embutidos, quesos, panificados comunes, aderezos industriales, enlatados y ultraprocesadas, que, en conjunto, significan entre el 65% y el 70% del sodio consumido diariamente. El sabor agradable de nuestras comidas puede obtenerse con variedad de condimentos naturales. O sea, limitar el salero no alcanza para reducir el consumo de sodio (sólo reduce el 20-30% del sodio consumido): si incorporamos legumbres, frutas, semillas, cereales, hortalizas y carnes frescas, si desechamos productos procesados, ultraprocesadas y envasados, podremos reducir significativamente el exceso de sodio de la dieta y sus efectos negativos sobre nuestra salud cardiovascular.

 

  1. Aumentar del consumo de frutas y verduras de todo tipo y color: consumir al menos medio plato de verdura de todo tipo y color, asegurando aquellas crudas que consumimos en ensaladas, de este modo se conservan vitaminas que se destruyen con el calor y 2 a 3 frutas por día.

 

  1. Disminuir el consumo de alimentos y bebidas ultraprocesadas: el alto contenido en azúcar añadido, fructosa, sal, grasas saturadas, grasas trans y aditivos, y el escaso valor nutricional, es la característica común de este Grupo (3), su uso regular favorece la inflamación crónica y tiene consecuencias negativas para la salud y el medio ambiente. Elegí consumir alimentos naturales y preparaciones caseras.

 

  1. Optar por grasas saludables:  las grasas saludables ayudan a mantener el corazón en buen estado y a evitar el colesterol alto. Incorpora pescado a tu alimentación, aceite de oliva, frutos secos, semillas molidas y palta.

 

  1. Adecuar la ingesta proteica adaptada a tus requerimiento: los alimentos ricos en proteínas animal (carnes de pollo, vacuna, pescado, cerdo y sus derivados como embutidos), pueden sobrecargar la función renal si se consumen en exceso, y sus desechos (urea fundamentalmente) pueden acumularse en la sangre cuando hay insuficiencia renal. ¡Pero atención!  A no evitar el consumo de proteínas, ya que son fundamentales para conservar masa muscular, reparar tejidos y permitir los procesos básicos para el funcionamiento del organismo. La proteína animal proporciona aminoácidos esenciales, y la vegetal (legumbres, frutos secos, semillas), además de aminoácidos esenciales, aporta fibra, ácidos grasos de buena calidad, y minerales (magnesio, potasio, zinc, entre otros). La cantidad de proteínas por consumir dependerá del grado de enfermedad renal, y siempre deberá estar indicado por el equipo de nutrición renal. Seguir recomendaciones que se aplican o difunden para la población sana puede ser dañino para el paciente renal.

 

La alimentación es parte fundamental en el tratamiento, la prevención de la ERC y el daño cardiovascular asociado. Un plan de alimentación adecuado puede ayudar a reducir los riesgos de que la ERC progrese a etapas avanzadas. Durante mucho tiempo el enfoque nutricional estuvo puesto en las “restricciones”, sin embargo, en la actualidad la evidencia científica nos demuestra que resulta primordial adoptar patrones de alimentación saludable (basados en dieta mediterránea, dieta DASH), para mantener la salud renal y cardiovascular, siempre adaptada a los requerimientos y costumbres individuales.

Por lo tanto, es importante y urgente pasar desde las recomendaciones tradicionales sobre restricciones rígidas (proteínas, minerales, hidratos de carbono, etc.) a un manejo integral del plan alimentario, el cual contemple las necesidades particulares de cada paciente y las alteraciones complejas según el tipo y severidad de la enfermedad renal, evitando en todos los casos, llegar a un estado de malnutrición.