La violencia en el fútbol y su historia

Nota de investigación realizada en 1993 por el editor de este medio, Claudio Omar Antunovich, y publicada en el ejemplar impreso de Para Todos a lo largo de tres ediciones (Nº 2, 3 y 4).

Es importante destacar que este trabajo se volcó a esta web de idéntico modo que se publicó en la versión papel, o sea con una narración de episodios que no incluye lo sucedido desde el ‘93 a la fecha, a excepción de algunos acontecimientos que se incorporaron recientemente.

¿Qué sería el fútbol sin el hincha, una bolsa vacía…?, describía Enrique Santos Discépolo.


‘El Abuelo’, conocido barrabrava de Boca, cuando fue apresado y posteriormente encarcelado


Personaje infaltable en cada evento. Propulsor indiscutido de alegrías, color y sabor que, con un mágico ritual plagado de canciones, banderas y sobradas dosis de ingenio, ilustran ese maravilloso espectáculo que es el fútbol.

Pero responsable, en ocasiones, de sucesos lamentables y bochornosos que enlutaron jornadas deportivas más de una vez. Sin duda, nos referimos al hincha, o mejor dicho, al barra brava.

A ese bravucón empedernido que, azotado por la pasión, la ira, el orgullo y la intolerancia, suelta toda su bronca y desenfado provocando hechos violentos que siembran el pánico en las tribunas.

Historias que en este trabajo nos hemos propuesto investigar.


1983, jornada de violencia en Los Andes – Chacarita (foto: Revista El Gráfico)


“El fútbol y la violencia fueron siempre de la mano”.  Tal vez, ésta sea la síntesis de la labor que llevamos a cabo y en la cual no sólo se narran hechos vandálicos sino que, además, intentamos analizar al hincha de fútbol. Tratamos de averiguar qué siente, cómo piensa, por qué llega a la violencia y qué grado de responsabilidad le atañe a él, a su entorno, y a quienes lo usan y luego protegen.

¿Por qué un individuo se identifica con una institución determinada y la defiende como propia? ¿Por qué ése equipo es la causa de sus angustias, tristezas o alegrías?.

En este trabajo recordamos hechos y tenemos la palabra de testigos y protagonistas.

Veremos, pues, que la violencia en el fútbol no surge a raíz de la tremenda crisis socio económica que nos sacude desde hace años, como algunos entienden, sino que es un

fenómeno mundial, no exento en países prósperos y desarrollados como Inglaterra o Alemania; y propio de una masa irracional, impulsiva y temperamental.

El hincha:

En Argentina, Uruguay, Alemania, Inglaterra o Brasil, el hincha es siempre el mismo. No varía de acuerdo al sitio donde nació.

Apasionado, violento, temperamental, impulsivo, sensible, sufrido, irracional, subjetivo, intolerante, orgulloso, sentimental… son algunas de las formas como lo podemos calificar.

El hincha es un ser muy especial, se limita a sentir a su club y obra de acuerdo a lo que ese sentimiento le ordene. Por eso, no sorprende que defienda lo identificable y, en ocasiones, esa defensa de lo injustificable desemboque en actos de violencia verbal o física.

El hincha carece de todo juicio lógico y racional. Es muy común observar cómo un sujeto insulta descalificadamente a un jugador contrario mientras éste comete un foul en perjuicio de un jugador propio; y de qué forma aplaude si, al tiempo, se repite una jugada similar pero en perjuicio de un rival.

Algunos muy agresivos, otros menos. Unos muy violentos, otros no tanto. Pero ambos, cuando están en masa, manifiestan sentimientos paralelos.

Todos en coro insultan al rival de turno o al árbitro. Algunos le arrojan objetos y otros llegan a la agresión de hecho.

Muchos dan un paso al costado y adhieren con el aliento; pero todos, en definitiva, son responsables de la violencia injustificada y cruel que incluso se ha llevado la vida de personas, enlutando a todos aquellos que forman parte ese espectáculo tan formidable como es el fútbol.

Cada equipo tiene sus fanáticos que lo siguen donde juegue. Estos se agrupan alrededor de un líder (elegido como tal por sus ‘actos de arrojo’) y forman verdaderos y temibles grupos de poder, capaces de derrocar como una auténtica fuerza de choque a cualquier dirigente que pretenda combatirlos.

Estos provienen de sectores marginados y sin posibilidades de progreso, con frecuentes alteraciones en su conducta producto, precisamente, de esa marginación.

Al respecto, el sociólogo Juan José Sebreli  manifiesta en su libro Fútbol y Masas: “El hincha es un individuo atormentado por su falta de identidad, por el débil sentimiento de continuidad y mismisidad de su YO, por la incompleta organización de su personalidad. Incapaz de reconocerse a sí mismo, de saber quién es y qué quiere.

A través de un confuso e indefinido YO, trata de encontrar una relativa estabilidad, identificándose con alguna imagen de mundo circundante: ‘El equipo de fútbol’.

Llega así a una total falta de separación entre el objeto que ha elegido y el YO: ser uno mismo significa para el hincha ser del cuadro X.

El poder entusiasmarse por algo, el uso de insignias, los gritos a coro, el poseer una  característica supuestamente propia, un determinado color, es una compensación para aquel a quien nada pertenece efectivamente y cuya vida, tanto en el plano individual como en el social, es un vacío absoluto porque la sociedad lo ha despojado de todo significado”.

En otro pasaje de su libro, Sebreli describe que la ansiedad del hincha porque el propio club sea triunfador y muestre así su superioridad, trasciende la mera puja deportiva hacia otros valores humanos.

“La validez de esa superioridad propende a convertirse en una superioridad en general; y con esto se ha ganado algo más que el juego mismo. Se ha ganado prestigio y honor, que beneficia a todo el grupo al que pertenece el ganador”, sentencia el escritor.

Una característica muy particular de los fans de un determinado club, es el odio desmesurado e incontenible en perjuicio de un rival. Esa incompatibilidad generalmente se produce por problemas barriales o coyunturas deportivas.

El sentimiento negativo llega a su máxima expresión cuando ambos conjuntos se enfrentan entre sí.

En tales ocasiones, es muy común que aquellos hinchas más irascibles e irracionales que forman parte de las barras descriptas, desaten toda su furia y se produzcan grandes escándalos dentro y fuera de los estadios, con sucesos luctuosos y flagrantes, muchos de los cuales todos conocemos y repudiamos más de una vez.

Hechos de violencia que conmovieron al fútbol argentino:

La violencia feroz, cruel, irracional, descalificadora… provocada por ese ejército de vándalos que infunden temor (responsables de denigrantes guerras de guerrillas dentro y fuera de los estadios de fútbol, sujetos llamados ‘barras bravas’), no es propia de estos tiempos sino que convive en nuestro fútbol desde sus comienzos.

Así vemos como ya en julio de 1916, mucho antes de que se profesionalice este deporte, un partido entre Argentinos y Uruguayos jugado en la vieja cancha de Liniers es suspendido ante un tumulto provocado por el público, que finalmente término quemando el estadio.

La ansiedad por el triunfo, el fervor, la pasión… siempre envolvió a centenares de miles de fieles hinchas que, en circunstancias y tiempos diversos, repitieron hechos violentos con singular naturalidad. Así, la lista es ancha y cruda, triste y amarga.

El 23 de abril de 1916 jugaron por segunda vez en su historia: Platense y Tigre. Fue en el famoso estadio de Tigre del ‘lechero ahogado’ y allí se produjo el primer enfrentamiento violento entre esas hinchadas.

Luego de vencer al local 1 a 0, la gente de Platense fue atacada por la de Tigre cuando intentaban cruzar el puente del Río Reconquista. Allí nació una mutua enemistad que nunca cesó.

En 1924, Argentina pierde en Montevideo el Campeonato Sudamericano de Fútbol. En tal ocasión, los uruguayos hacen una manifestación frente al Hotel donde se alojaban los jugadores argentinos, entre los que se encontraba un conocido personaje apodado ‘Pepito’ (fanático simpatizante de Boca Juniors), quien mata de un disparo a uno de los manifestantes uruguayos. El crimen queda impune, ya que los argentinos ayudaron a huir a ‘Pepito’ a Buenos Aires.

Ese mismo año, se juega otro partido entre Argentina y Uruguay. El público invade el terreno de juego y el árbitro suspende el partido.

A raíz de esto se decide la colocación de lo que hoy llamamos alambrado olímpico, para proteger el espectáculo del asedio de los hinchas.

En 1925, un Platense – Tigre debió suspenderse por serios incidentes.

En 1929, se realiza en Buenos Aires un partido internacional entre un equipo argentino y Chelsa de Inglaterra, en el cual, los ingleses fueron agredidos con una pedrada por el público. Los ingleses asombrados por tal reacción de los simpatizantes, se llevaron algunas piedras a su país y las conservaron en la vitrina de su club, pero al poco tiempo la violencia también se desataría en esas tierras, y con ella, la necesidad de contener a una de las facciones más fanáticas y más temibles del mundo.

En 1932, en un partido entre River y Racing, un disturbio en las tribunas deja un saldo de un muerto y numerosos heridos. Ese mismo año se suspenden dos partidos por agresión al árbitro.

En 1944, en un tumulto en el estadio de River Plate quedan seis muertos y muchos heridos.

En 1946, después de un partido entre Newell´s y San Lorenzo, en Rosario, un grupo de barras intenta colgar al árbitro Cossio de un árbol del Parque Independencia.

Y años más tarde, en la Carlota (Córdoba), el foco de atención es nuevamente un árbitro que es asesinado por tres jugadores.

En 1946, en un partido entre Argentina y Brasil (jugado en Buenos Aires), el equipo argentino hace desfilar (para preparar el clima psicológico contra los visitantes) a un jugador con la pierna enyesada por la agresión de un brasilero.

Al término del encuentro, los jugadores del vecino país debieron huir a los vestuarios perseguidos por una multitud linchadora, mientras la Policía, lejos de defender a los agredidos, le daban una tunda a bastonazos.

En 1960, en el partido que sostuvieron Argentinos Jrs. y Boca, intentan matar a un jugador de una cuchillada.

En 1964, un hincha de Banfield le arroja una radio a transistores en la cabeza a un referí.

En 1967, en un partido entre Racing y Huracán (en el estadio de Racing), la barra brava de Huracán asesina al joven Héctor Souto de tan sólo 15 años.

Luego de ser brutalmente pegado, pateado y pisoteado por la barra, uno de sus integrantes (un mecánico de 23 años) salta repetidas veces sobre el tórax de la víctima hasta destrozarlo.

El año 1968 es uno de los picos más altos de violencia, sino el peor que vivió nuestro fútbol. Ese año, como consecuencia del partido Racing y Estudiantes, tres hampones mandados por el dirigente de uno de los clubes, le pegan al árbitro Angel Coerezza cuando vuelve a su casa.

Días después, los dirigentes de Estudiantes y el jugador Conigliaro agraden a los periodistas en los vestuarios.

Un partido entre Belgrano de Córdoba y Estudiantes termina en una batalla campal.

Y ese turbulento año termina con la tragedia más impresionante que registra nuestro país en materia de escándalo en un espectáculo deportivo, nos referimos a ‘La puerta 12’.

Por ella debían descender en forma normal los simpatizantes de Boca al término del encuentro que protagonizara su club con River Plate (en Núñez), pero una multitud enceguecida y atontada provoca una avalancha ante una puerta de salida cerrada, para algunos. Lo cierto, es que la verdad nunca se supo y las conjeturas fueron muchas.

¿Hubo represión por parte de la policía? Algunos entienden que sí. Lo curioso y lamentable, es que un luctuoso suceso con 71 muertos y 66 heridos no haya tenido responsables y haya quedado impune.

En 1969, hay violencia entre Estudiantes y Milán en el estadio de Boca; y entre Estudiantes y un equipo Checoslovaco en Mar de Plata.

También en 1969, un arquero Vienes que fue chocado por el jugador de Estudiantes Conigliaro, es hospitalizado y queda con el rostro destrozado.

En la década del ‘70, el Club Platense pierde su estadio y comienza a construir su nueva casa a 18 cuadras, en el predio deportivo que compró en la década del ’40 en Vicente López. Así, con frecuencia hizo de local en la cancha de Tigre (institución vecina), produciéndose hechos de violencia entre ambas hinchadas en sobrados episodios.

Y fue por estas circunstancias, que los dirigentes del ‘calamar’ tomaron la decisión de alquilar el estadio de Atlanta.

En 1971, en un encuentro entre Central Norte y Atlanta jugado en Tucumán, se produce un tumulto a consecuencia del cual muere un joven.

También en Tucumán, ese mismo año en un partido jugado entre Boca y Racing, el público destrozó el estadio ante la presencia de autoridades tucumanas.

Al poco tiempo, en un partido amistoso disputado en González Catán, dos jugadores son asesinados.

En 1972, en Rosario, un joven santafesino de 23 años, al gritar el triunfo del equipo de Colón, es asesinado por un balazo que parte del tren que trasladaba a los hinchas de Boca a Buenos Aires.

Testimonios:

*   Carmelo F. (65 años), no quiso perder la ocasión para decir lo suyo en una mesa de café que mantuvo con este medio:

“¿Sí en el fútbol de antes había violencia?  Claro. Lo que pasa es que ahora los medios de información le dan más importancia. No podría decirte si había en mayor o menor escala que en estos momentos, pero ocurrían hechos salvajes y con un sadismo impresionante. ¡Y por el sólo motivo de ser hincha de otro club, eh!.

Recuerdo que había patotas que caminaban por las calles de cualquier barrio, y le preguntaban a la gente (generalmente de su misma edad) de qué cuadro eran.

Por ejemplo, si respondían: de Atlanta, y la barrita era de Chacarita… ¡uuuuuuuy!; no te imaginas lo que le pegaban a ese pobre ser humano.     

Yo llegué a presenciar hechos terribles. Me acuerdo que en el ´40, estaba en la cancha del ‘globito’ presenciando un Huracán – River y me ubiqué en la tribuna del local.

En la mitad del segundo tiempo ganaba River 1 a 0, y los ‘millo’ convirtieron de vuelta. Entonces, un fanático de River, ¿que realmente no se qué estaba haciendo en la tribuna de Huracán?, no tuvo mejor idea que gritarlo.

¡Para qué!, lo agarraron entre cinco, lo pusieron en forma horizontal y le empezaron a pegar en la cabeza contra una columna. Ellos tomaban carrera y: “boooom”.

Mirá, era algo impresionante, me tuve que ir de la cancha porque no aguanté más. Así que del muchacho no supe mas nada.

En otra oportunidad, y curiosamente también en un Huracán – River, estaban discutiendo en la platea en forma muy fuerte uno de River con un grupo de Huracán. Palabra va, palabra viene, parece que la cosa se puso algo espesa y ¡zas!… los de Huracán le empezaron a dar y dar, hasta que uno sacó un cuchillo enorme y le cortó la muñeca. Fue terrible, muy terrible.

Era muy brava aquella época, muy brava. Los jugadores jugaban por la camiseta y los hinchas si era necesario daban la vida”, nos dijo.

– ¿Cuál era la hinchada más temible? (le preguntamos).

–  La de Huracán era una de las más bravas, pero a de la Boca también (señaló).

*  Antonio M (47) años, concurre a los estadios de fútbol con frecuencia, y opinó al respecto:

“Mirá, tengo 35 años de tablón y anécdotas a patadas. Sobre la violencia en el fútbol te diría que siempre existió.

Tal vez ahora puedan darse hechos más escandalosos o, mejor dicho, al haberse legislado más sobre el tema, una piedra que es arrojada desde la tribuna e impacta sobre la humanidad de algún protagonista del encuentro, es motivo de suspensión inmediata del partido y se arma todo un circo alrededor de eso.

Que por un lado está bien, porque cuanto más importancia le da la sociedad con mayor ímpetu se buscan las soluciones.

Lo que quiero decir, es que todo esta clase de delitos menores ocurren desde que voy a las canchas, pero creo que ahora tienen un espacio más amplio en la prensa y eso me parece bueno.

Particularmente, nunca me tocó presenciar un escándalo importante en un estadio, que no significa que no hayan sucedido, pero peleas en las tribunas y en las calles muchas veces. Es más me animaría a decir que ese tipo de hechos menores eran más frecuentes antes que ahora, sobretodo porque en estos tiempos se agudizó la prevención”.  

A través de esta investigación, vemos que la violencia acompañó al fútbol desde siempre y no es un producto de estos tiempos, como algunos analistas pretenden subrayar.

El perfil del hincha no ha sufrido alteraciones con el paso del tiempo, como ya hemos señalado, fue y sigue siendo: apasionado, temperamental, impulsivo, sensible, sufrido, irracional, subjetivo, intolerante, orgulloso, violento… Con sentimientos paralelos cuando están en masa.

 

Hechos violentos que conmovieron al fútbol argentino (1973 a la fecha: 1993):


Tres reconocidos cabecillas de la hinchada de Boca Juniors (foto: Revista El Grafico)


En 1973, en un match entre Oberá de Misiones y Río Cuarto (jugado en Posadas), y también en un partido entre Atlanta y San Martín de Tucumán, hieren al árbitro.

El 17 de septiembre de ese mismo año la hinchada de Huracán comete desórdenes en los alrededores de su estadio destrozando teléfonos públicos, vidrieras, y saqueando las mismas.

Con el arribo de All Boys a la Primera División del fútbol argentino (en 1973), se reedita un viejo clásico histórico del ascenso que no se disputaba desde 1955, entre éste club y Argentinos Juniors.

Fueron 8 años de encuentros entre ‘bichos’ y ‘albos’ (hasta que los de Floresta retornan a la ‘B’) y muchas las escaramuzas entre ambas parcialidades vecinas.

El hecho, de que a la postre, por mucho tiempo All Boys y Argentinos Juniors dejaron de enfrentarse, esto no le puso fin a la violencia.  Los graffitis en las paredes y las peleas callejeras siempre estuvieron a la orden del día. Y dicen ‘los que saben’, que la plaza Flores ha sido escenario de grandes batallas.

En 1974, la empresa Ferrocarriles Argentinos debió enviar una carta al presidente de la AFA, ante los desmanes cometidos domingo a domingo por los hinchas que se trasladan en el tren.

En 1975, en un partido que dirimen Newell´s y Ferro Carril Oeste, los hinchas del primero le sacan un ojo al árbitro al arrojarle una moneda. Lo lamentable, además del episodio, es que los dirigentes de Newell´s defienden a la hinchada.

En 1976, en un encuentro de octava división entre River y Chacarita, y en otro de quinta entre Colegiales y Deportivo Español, los jugadores se toman a golpes, y en el primero de los casos, los chicos son acompañados en la pelea  por los padres que asistían al partido.

En 1979, al término de un partido entre Chacarita y Platense (jugado en San Martín), ambas hinchadas se enfrentaron en las cercanías del estadio dejando el saldo de un muerto por el impacto de una bala en la cabeza.

Los hechos de violencia en los estadios de fútbol se han incrementado con el correr del tiempo del mismo modo que los efectivos de seguridad. Pero debemos tener en cuenta que también han crecido la cantidad de partidos que se juegan por año, producto de la necesidad imperiosa que tienen los clubes por saciar sus economías.

Así es como, hoy por hoy, se disputan mayor cantidad de partidos amistosos, liguillas prelibertadores, reducidos de ascenso, Super Copa, Recopa y la incorporación del nuevo torneo federal ‘Nacional B’ que acapara la atención de casi todas las provincias del país.

Más episodios violentos:

En 1980, Platense enfrenta a Tigre luego de cuatro años (estaban en categorías distintas) y en la reedición de ese nuevo clásico el triunfo es de ‘los calamares’ por 1 a 0. El jugador tigrense Di Meola se pierde el empate sobre la hora, y tras cartón la hinchada de Tigre comienza a agredir a la parcialidad adversaria, incluso, llegaron a romper la reja que los separaba y hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

En 1982, en un partido jugado entre Boca y Racing en la ‘bombonera’, un hincha de ‘la academia’ de apellido Basile muere por el impacto que le produjo una bengala en su pecho arrojada desde el sector que agrupa a la famosa 12’ boquense. El responsable del hecho, apodado ‘Narigón’, fue dejado en libertad ya que la justicia consideró que no hubo intención de homicidio, ni de provocar lesión alguna.

Al poco tiempo, y tras un partido disputado en La Boca entre Racing y Bánfield, un joven de apellido Souto muere por el impacto que le produjo una bala en las adyacencias del estadio. Se presumió que los culpables del luctuoso episodio fueron los simpatizantes de Boca.

En 1983, luego de un encuentro entre Boca y River (jugado en Vélez) un integrante de la barra brava de River es asesinado por sus propios compañeros, al parecer por un ajuste de cuentas.

Ese mismo año, en un asado de confraternidad entre hinchadas hasta entonces amigas, como lo eran Chacarita y Tigre, se generó una discusión que culminó en riña y en el final de una buena relación y el comienzo de una fuerte rivalidad.

Al principio de esta década, un episodio semejante terminó de consolidarse. En los ‘70, había buena afinidad entre los vecinos de Almirante Brown y Nueva Chicago. Pero en 1972 ambos protagonizaron un certamen de la Primera ‘B’, con la punta casi en exclusividad para los de ‘Casanova’ y con los de ‘Mataderos’ soplándoles la nuca. Hasta que se enfrentaron, con victoria de Chicago y la punta arrebatada, aunque por muy poco tiempo, en un campeonato que en la última fecha se lo llevó All Boys.

Desgaste, y principio del fin a una amistad que murió definitivamente en 1978, cuando hizo eclosión la rivalidad que empezó a cimentarse en el ‘72. Así nace un clásico muy violento que se mantiene hasta nuestros días (el primero e histórico, desde la piel del hincha de Almirante Brown, que luego en los ‘90 también incluyó a los parciales de Deportivo Morón como acérrimos enemigos).

En 1985, Boca enfrenta a Independiente en Avellaneda, y en el trascurso del partido, tras un polémico fallo del árbitro, la hinchada visitante provoca un escándalo de envergadura.

La policía reprime con severidad, y a raíz de ese enfrentamiento el joven Scaserra pierde la vida por el impacto de una bala lanzada por uno de los efectivos de seguridad.

El padre de la víctima (que se encontraba a su lado) entiende que su hijo fue asesinado y lleva la causa a la justicia.

En 1991, tras un clásico disputado por San Martín y Atlético (en Tucumán), pierde la vida Fidel Gutiérrez aplastado contra el alambrado que cubre el terreno de juego por un grupo de efervorizados hinchas.

El caso Saturnino Cabrera:

El 14 de diciembre de 1990 se enfrentaron Boca y San Lorenzo, en la ‘bombonera’, en uno de los últimos encuentros correspondientes al Torneo Apertura.

Al finalizar el primer tiempo, un grupo de 30 a 50 hinchas de Boca se trasladó a un sector de plateas ubicadas en la parte alta del estadio, muy cercanas al lugar que ocupaban los simpatizantes de San Lorenzo, con el fin de ‘saldar una deuda pendiente’ producto del robo de unas cuantas banderas que un grupo de barras bravas de San Lorenzo le sustrajo a la madre de un hincha de Boca, pocos días antes de producirse el partido.

De inmediato, se desató la violencia y ambos bandos se arrojaron todo tipo de objetos.

El episodio alcanzó tal voltaje, que el grupo más rebelde de simpatizantes sanlorencistas arrojaron tres caños de grueso calibre hacia el vacío, donde se hallaban pasivos espectadores locales que nada tenían que ver con la ‘guerrilla’ desatada.

Uno de ellos (un caño galvanizado de seis metros de largo y veinte kilogramos de peso), impactó en la frente de Saturnino Cabrera (de 37 años) quien murió al instante.

Emilio Chávez Narváez (23 años) que se hallaba junto al grueso de la hinchada visitante, fue identificado por dos Policías como el autor del hecho que le costo la vida a Cabrera. Y tras ser arrestado fue puesto a disposición de la justicia, que lo hallo culpable de homicidio preterintencional (reclusión de 5 años y 8 meses).

Décadas violentas:

Los ‘70 y los ‘80 son significativos en hechos violentos. Estos se derraman en casi todos los escenarios donde se protagoniza un clásico histórico.

Así, fue casi imposible que termine en paz un: Boca vs River;  Independiente vs Racing;  Huracán vs San Lorenzo; Gimnasia vs Estudiantes de La Plata;  Platense vs Tigre;  Ferro vs Velez; Lanús vs Talleres de Remedios de Escalada; Bánfield vs Los Andes; Rosario Central vs Newell’s; Colón vs Unión; Belgrano (Cba) vs Talleres (Cba); San Martín (Tuc) vs Atlético (Tuc); Arsenal vs El Porvenir; Chacarita vs Atlanta; Almirante Brown vs Nueva Chicago; Flandria vs Luján; Argentino de Quilmes vs Quilmes; San Telmo vs Dock Sud;  Estudiantes vs Almagro; All Boys vs Argentinos Jrs; Alvarado de Mar del Plata vs Aldosivi; Excursionistas vs Defensores de Belgrano; Villa Dálmine vs Defensores Unidos;  Comunicaciones vs General Lamadrid; Villa San Carlos vs Def. de Cambaceres; etc, etc…

Es importante destacar que tanto el clásico de la ciudad de La Plata entre ‘triperos’ y ‘pincha ratas’, como el rosarino entre ‘leprosos’ y ‘canallas’ se han destacado siempre por la fuerte dosis de violencia.

Pero es a partir de 1980 cuando comienzan a gestarse nuevas rivalidades, orquestadas por lo general por sucesos extra deportivos (“si sos amigo de mi enemigo, sos mi enemigo”).

Lo cierto, es que por cuestiones ajenas a lo futbolístico o no, ésta década es el punto de partida de fuertes picas entre hinchas de equipos que no configuraban un auténtico clásico histórico entre sí, como: Boca y Racing; Boca y San Lorenzo; Defensa y Justicia y Quilmes; Chacarita y Tigre; San Miguel y Tigre; Los Andes y Témperley; Argentinos Jrs y Platense; Velez y San Lorenzo; Nueva Chicago y Chacarita; Nueva Chicago y Velez; Lanús y Bánfield; Colegiales y Defensores de Belgrano; o Atlanta y All Boys, entre otros.

Y con esta realidad a cuestas, es precisamente en esta década donde comienzan a extremase las medidas de seguridad en los estadios, ya que la convivencia entre las hinchadas empieza a ser inviable.

1993, un año muy violento:

En el presente año se han registrado varios hechos de violencia que son de dominio público (recordamos que este es el año donde se elaboró y publicó esta nota): la muerte de un simpatizante de Chacarita al término del encuentro que ésa institución sostuvo con Los Andes, la agresión a periodistas en el estadio de Unión motivo por el cual, y en represalia, los medios de prensa santafesinos le cortaron la cobertura a la institución ‘tatengue’; son algunos de los sucesos que ilustraron 1993 y ocuparon la primera plana de los periódicos.

Pero, la violencia desatada al término del partido que sostuvieron Argentina y Australia por las eliminatorias, sea tal vez, lo más incomprensible de toda esta historia.

Una sola divisa a defender (la Argentina) y un motivo de alegría descomunal (la clasificación) se contradicen en forma con el saldo injustificado: 432 personas detenidas y un herido de bala (Ricardo Vallejos, de 24 años ).

Otro de los incidentes de envergadura registrados este año (21/11) fue el que tuvo como protagonistas a plateístas de Velez y dirigentes de Racing. Un hecho nada común en nuestro fútbol ya que, como vimos, la gresca en estadios siempre tuvo lugar entre aquellos que ven el espectáculo de pie y rodeados de bombos y banderas.

Lo ocurrido el 30 de noviembre en las adyacencias de la cancha de Colón de Santa Fé, tal vez responda a un fenómeno de evolución maligna. La barra brava de dicha institución presionó a una serie de jugadores de su club para que se hagan cargo de los gastos de traslado y estadía de dichos fans al Mundial de Fútbol de los EE.UU., con el norte puesto en alentar a la albiceleste.

Ante la negativa de los jugadores, los hinchas respondieron con golpes de puño, botellas rotas y amenazas varias. ¡Lamentable!

Para cerrar, el 4 de diciembre en Mendoza, en el partido que sostuvieron Argentinos Juniors y Boca, también hubo violencia. ¿El saldo?: un herido de bala y uno con arma blanca.

Hechos menores:

Sería imposible volcar en estas páginas la cantidad de episodios violentos, de calibre menor, registrados en los estadios de fútbol a lo largo de todos estos años.

Casi siempre, al culminar un partido, se producen disturbios de variada índole entre las barras de hinchas, muchas veces sofocados por la decisiva intervención de las fuerzas del orden.

Para los visitantes, el club local es siempre una emboscada. En el estadio de Independiente, la calle Almirante Cordero (donde desemboca la única salida visitante) se convierte con frecuencia en un verdadero campo de batalla.

En la cancha de Estudiantes de la Plata, los visitantes, al culminar el encuentro, toman el camino que los conduce a la estación de tren donde generalmente son interceptados por los locales en busca de nada bueno.

El estadio de Chacarita (en San Martín) es uno de los más riesgosos y el de Nueva Chicago (en Mataderos) uno de los más temidos.

Pero sin duda, uno de los particularmente peligrosos, es el escenario de Gimnasia y Esgrima de la Plata. Los visitantes, al término del partido, atraviesan el bosque y allí los locales (que acostumbran a abandonar la cancha minutos antes que sus rivales) los esperan arriba de los árboles para luego atacarlos.

Sobre rencillas y grescas abundan las anécdotas, como las que detallamos a continuación.

En 1975 Deportivo Morón enfrentó a Tigre, en Morón. Las hinchadas no eran amigas, por el contrario, la relación era muy mala.

Al terminar la primera etapa de ese partido, ocurrió algo que selló una fuerte amistad: en un confuso episodio un policía (en estado de ebriedad) disparó contra un hincha de Tigre, que debió se internado. Esto provocó la reacción de la barra de Tigre, y comenzaron a pelearse contra la Policía. Cuando la hinchada de Morón se dio cuenta de lo que ocurría, fue solidaria con la visita desde los cánticos hasta los hechos.

En 1977, Tigre recibía a Almirante Brown, en Victoria. Minutos antes de comenzar el encuentro arriba al estadio el grueso de la hinchada visitante, quienes empiezan a insultar y a amenazar a un grupo menor de simpatizantes de Tigre también ubicados en ese sector, y separados de la gente de Isidro Casanova por un cordón policial.

De los cantos pasaron a los hechos, y a la gente de Tigre allí situada no le fue nada bien. Esto provocó la ira de la ‘barra del matador’ (ubicada en la popular de enfrente), que se retiró del estadio y fue en busca de la parcialidad de Almirante Brown. Allí se produjo un durísimo combate cuerpo a cuerpo, cuyo desenlace fue el retorno de la hinchada visitante a sus pagos. El partido lo ganó Tigre 1 a 0, y la anécdota no es el resultado sino el hecho de que se jugó con un 100 por ciento de público local.

Como se dijo, tras el campeonato logrado en Primera ‘B’ por ‘el albo’, durante ocho años (hasta 1980) se reeditó el clásico entre All Boys y Argentinos Juniors (muy fuerte sobretodo en el ascenso, entre 1937 y 1955, año en que ‘el bicho’ asciende con continuidad a Primera ‘A’).

Ambos estadios están a pocas cuadras, y los une la Av. Alvarez Jonte. Y es precisamente por esta avenida por donde se desplazaban caminando hinchas de uno u otro equipo las veces que debían enfrentarse. Claro está, que en casi todos los casos las situaciones de trifulca estuvieron a la orden.

Muchas de las anécdotas, sin desconocer los funestas que son, bordean lo cómico. Cómo estas dos que le narramos a continuación.

En 1979, Nueva Chicago visitó a Gimnasia y Esgrima en  la Plata. La violencia no estuvo exenta en esa ocasión y se dio cita, como de costumbre, en el bosque. Pero con un hecho curioso, los visitantes (viejos zorros en el tema) emprendieron la retirada cinco minutos antes que los locales y se instalaron en los estratégicos árboles que ofrece ese lugar, desde donde agredieron sin piedad a los de Gimnasia, propinándoles una paliza inolvidable.

En 1984, el humor y la barbarie tienen nuevamente como protagonista a la parcialidad de Mataderos que enfrentaba, en la ocasión, a All Boys (en Floresta).

Los disturbios registrados en las tribunas durante gran parte del encuentro se trasladaron a las calles donde ambos bandos se enfrentaron al término del partido. La pelea culminó cuando la policía se hizo presente, con un singular saldo: no fueron en la oportunidad banderas o gorros el material que los de Chicago obtuvieron como trofeo en esa ‘guerra’, sino el caballo de un efectivo policial, que un sujeto, con el torso desnudo e insignias verdes y negras en su cabeza, se encargó de pasear a lo largo de la Av. Alvarez Jonte durante toda la tarde, hasta que fue apresado.

En 1983 se rompe la amistad entre las barras de Chacarita y Tigre, en un supuesto asado de confraternidad. Y ese año, al poco tiempo de lo descripto, en un encuentro disputado en Victoria por un reducido eliminatorio para subir a Primera División, la violencia fue la gran protagonista ya que se hizo presente en varios pasajes de la noche.

En el entretiempo del partido, la hinchada de Chacarita dio rienda suelta a su furia contra la policía, ganando la batalla por amplio margen, ya que los uniformados fueron desalojados del estadio.

Minutos después, el combate fue contra la gente de Tigre, en la tribuna lateral frente a la platea. El sitio exacto fue en la reja que dividía a ambas hinchadas. Y allí, los inadaptados de siempre se arrojaron elementos contundentes por más de 20 minutos.

Ese día marcó el comienzo de la fuerte rivalidad existente entre ‘matadores’ y ‘funebreros’.

Una vez concluida la amistad que unía a su gente, Nueva Chicago y Almirante Brown se convirtió en un gran clásico del ascenso, donde los hechos de violencia entre ambas parcialidades fueron moneda corriente. La más recordada ocurrió en la década del ‘90, en un partido jugado en Chicago, cuando la gente del ‘mirasol’ rompió la reja que separaba su tribuna de la platea local, y allí se produjo una revuelta de enormes proporciones.

De 1993 en adelante:

Si bien esta investigación fue hecha precisamente en 1993, desde Para Todos hemos decidido agregar una pequeña síntesis desde ese año a esta fecha (2011).

Muchas de estas cercanas historias están presentes en nuestra retina.

Tras un Boca vs River, el 30 de abril de 1994 mueren Walter Vallejos y Angel Delgado, producto de una emboscada realizada por hinchas de Boca.

En San Lorenzo vs Huracán (el 20 de diciembre de 1997), un balazo terminó con la vida de Ulises Fernández.

Y en sendos episodios violentos, con el transcurso del tiempo mueren Rubén Piromalli y Manuel Juárez, de la barra brava de Chacarita; más tarde Miguel Cedrón (de Boca), Juan Espinoza (de Colón); y Roque Miranda (de Talleres). En los años ‘90 comenzó a percibirse un nuevo fenómeno, los intereses creados de las barras sobre actividades comerciales dentro y fuera de los estadios fue el puntapié inicial para que la violencia se instale entre los grupos de una misma divisa. Así, persiste hasta nuestros días las divisiones entre las hinchadas de Boca, Almirante Brown y River, por citar algunos ejemplos, donde los episodios de violencia siguen siendo moneda corriente.

En ‘Los Borrachos del Tablón’ (River) se produjo una fuerte ruptura en 2006 que culminó con la muerte de uno de sus integrantes: Martín Gonzalo Acro. Y entre otros hechos cotidianos de violencia de estos últimos tiempos, podemos resaltar el ocurrido el 3 de marzo de 1999 cuando 11 hinchas de Chacarita fueron brutalmente agredidos en un partido amistoso jugado en ‘la Bombonera’; el tiroteo entre barras de River y Newell’s en un peaje (cuando una hinchada iba a Buenos Aires y la otra a Rosario, con el saldo de dos muertos de los rojo y negros); o la muerte de Marcelo Cejas, hincha de Tigre, que en junio de 2007 fue a la cancha de Nueva Chicago a ver ascender de categoría a su equipo y no retornó con vida (delito aún impune).

También, por producto de enfrentamientos internos entre barras en estos años han fallecido: en 2009, Fernando De Respinis (de Huracán) fue acribillado en una pelea interna.

En  2010, muere Pablo Gómez tras una trifulca entre hinchas de Newell’s; luego José Mendoza, de Colón.

Luego, en marzo de 2010, al ex jefe de la barra de Newell’s Roberto ‘Pimpi’ Caminos le disparan a la salida de un bar, dándole muerte.

Antinomia:

El hincha es violento por naturaleza, pero hay condiciones y circunstancias que lo convierten más agresivo con unos que con otros.

Así las cosas, vemos que los grandes clásicos son el blanco preferido para que los fanáticos desaten toda su furia. Boca – River; Independiente – Racing; Huracán – San Lorenzo; Gimnasia – Estudiantes; Colón – Unión; Platense – Tigre; Belgrano – Talleres; Newell´s – Rosario Central, entre otros, son el epicentro obligado de grandes disturbios.

El clásico es la postal más clara de la violencia.

Esta antinomia provoca que el juego se lleve a cabo con gran intensidad y fervor (en el terreno de juego como en las tribunas), y siempre se destaca por el calor y color que le aplica el público, y también por los incidentes generados.

Luctuosa postal que se repite con notable frecuencia cada vez que se reedita un viejo derby.

 

Platense – Tigre, un clásico de nuestra zona, siempre violento:


La ‘Barra del Matador’ es detenida por agredir a la de Platense (Diario Crónica)


Las vías de comunicación entre ambos son varias, cercanas y directas: la Av. Maipú (en Vicente López) o Presidente Perón (en Victoria, la misma que cambia de denominación), une a la cancha de uno con la del otro. Pero también la comunicación es ágil y directa por la

Panamericana, el Ferrocarril Mitre o la Av. Libertador.

Todo esto, alimentado por el hecho de que ambas instituciones son de la zona norte (de Capital Federal y Gran Buenos Aires), creó una rivalidad desde siempre y una enemistad al parecer irreconciliable.

Para la jerga futbolera, digamos que Platense y Tigre constituyen un verdadero “Clásico”. Y como tal, en cada enfrentamiento entre ambos la violencia dijo ‘Presente’, claro está, y según las circunstancias, desde lo verbal y gestual o los hechos en sí.

Claro, la suerte que corrieron  ambas instituciones (‘por esas cosas del fútbol’) a lo largo de toda la historia, los separó de categoría de cuando en cuando; pero los enfrentamientos fueron muchos y las anécdotas y datos estadísticos abundan.

Hace 13 años que no se enfrentan (desde 1980). La última vez, en Victoria, sobraron los insultos a lo largo del partido y hubo combate entre ambas parcialidades al término del cotejo.

Pero la penúltima vez, en Vicente López, la violencia desatada fue de grandes proporciones y comentada por todos los medios de prensa locales y nacionales a lo largo de una semana.

Tigre venía entonado por su regreso a Primera ‘A’, y llenaba estadios (llegó a ser tercero en recaudación después de River y Boca). Por eso, no sorprendió que una hora antes del encuentro el sector donde se encontraba su gente ya estuviera cubierto y mucho público se quedara sin entrar (la violencia se estaba gestando).

¿Por qué no se eligió un escenario más amplio y seguro para tal evento?, se decía por aquellos tiempos, teniendo en cuenta que el estadio de Platense era más pequeño que ahora.

La tarde era muy calurosa, pero los insultos entre ambas hinchadas le daban más calor. Finalizando el primer tiempo ya se sabía que los baños de la cabecera visitante habían sido destrozados por los hinchas de Tigre.

Sobre el epílogo de encuentro, y tras la victoria inevitable de Platense (1 a 0), la ‘Barra del Matador’ rompió el alambrado que separaba a ambas parcialidades y se desató una trifulca de enormes proporciones. Hubo piedras, combate y corridas hasta que intervino la policía.

Afuera siguió la riña, pero además, mientras los simpatizantes de Platense rompían todos los coches con símbolos de Tigre, los de Victoria saqueaban gran parte de los comercios de Saavedra.

La violencia dijo presente en otras ocasiones que jugaron estos equipos. En 1973, Platense juega de local en Tigre en un partido que pierde por 3 a 0 enfrentando al ‘Matador’.

Ese día, la hinchada de ‘Tense’ ocupa la cabecera que da a espaldas a la Av. Presidente Perón, donde siempre se ubica la barra de Tigre.

No contentos con esto, en el entretiempo la gente de Tigre situada en la visitante da toda la vuelta con intenciones de desalojar a los de ‘Saavedra’, provocando serios incidentes.

En 1975, Tigre enfrenta a Platense en Victoria con una gran asistencia de público. De modo tal, que la popular visitante estaba poblada con simpatizantes de ambos equipos en igual proporción, separados por un vallado de 7 u 8 policías.

Tigre ganaba 1 a 0 ese partido, pero sobre el final un penal bien ejecutado por Bernabitti puso las cosas 1 a 1.

El público de Tigre ubicado en la visitante no soportó el festejo ‘calamar’, y se desató la violencia.

En 1976, Platense y Tigre estaban bien encumbrados en el campeonato, peleando palmo a palmo, y debieron enfrentarse en Atlanta (donde ‘el marrón’ hacía de local), con un lleno total y record de recaudación hasta ese momento en la segunda categoría del fútbol argentino.

El resultado favoreció a Platense por 4 a 2. Y a la salida hubo corridas, escaramuzas y algunos inevitables enfrentamientos. Hechos menores, por cierto, pero episodios violentos al fin.

También en 1976, Platense subió a Primera División y alquiló una vez más el estadio de Tigre para los encuentros que debiera jugar de local.

En la primera fecha del Torneo Nacional enfrentó a Sportivo Patria de Formosa. La tribuna visitante estaba al 100 por ciento de su capacidad, pero no plagada de formoseños. La hinchada de Tigre fue a apoyar a la visita en gran número, y ese día también se registraron incidentes entre las hinchadas del ‘matador’ y el ‘calamar’.

Esa fue la última vez que los dirigentes de Platense alquilaron el estadio de su vecino de Victoria.

Ley 23184, sobre violencia en los espectáculos deportivos:

Tantas peleas inútiles, tanta sangre derramada, tantos crímenes impunes, tantos hogares destrozados, tanto dolor acumulado…

Hubo que soportar miles de enfrentamientos y cientos de muertos para que en 1985, y a instancias del entonces senador Fernando De la Rúa, la clase dirigente tomase las riendas y se decidiera a legislar sobre el tema.

Se aprobó entonces la Ley 23.184 sobre violencia en los espectáculos deportivos (conocida como Ley De la Rúa), que prevé una condena de uno a seis años de prisión a quienes vayan a la cancha con armas de fuego, navajas, explosivos o elementos destinados a ejercer la violencia.

Sin embargo la justicia fue deficiente en su aplicación ya que entre 1986 y 1991, con 924 hechos de violencia, 9451 detenidos, 1724 heridos y 19 muertos, tan sólo 6 personas fueron halladas culpables de infringir la ley.

En 1987, Luis Cursi fue condenado a 6 meses de prisión en suspenso por resistencia a la autoridad.

Alberto Giovanaz (al año siguiente) fue juzgado junto a Fernando Tursi, quien recibió un año de prisión en suspenso.

También en 1988, recibieron una condena similar dos hinchas de Huracán, de apellidos: Romero (seis meses) y Blanco (nueve meses). Todos inhabilitados para concurrir a espectáculos deportivos por un tiempo que dobla su condena.

Pero sin duda, fue Emilio Chávez Narváez, responsable de la muerte de Saturnino Cabrera (ver más arriba), quien recibió todo el peso de esta Ley, al ser condenado por la Cámara del Crimen a cinco años y ocho meses de reclusión por encontrarlo culpable de homicidio preterintencional.

Interviene el presidente Carlos Menem: 

Tras la muerte de Saturnino Cabrera, el presidente Carlos Menem decidió ponerle fin al andar de las barras bravas e impartió ordenes precisas y estrictas a los dirigentes de los clubes para que impidieran el ingreso a los estadios de los grupos de revoltosos que representan a cada club, como así también el ingreso de banderas e insignias que no simbolicen a la institución que se va a ver.

Pero esta medida tuvo corta vigencia y hoy seguimos amenazados por los vándalos de costumbre y a merced de los riesgos de siempre.

Más Testimonios:

–  Ana K, una jubilada yugoeslava de 86 años, quien goza de una lucidez poco frecuente en su edad, nos recuerda:

“Yo tenía alrededor de 30 años cuando íbamos con mi marido y mi hijo a la cancha de Boca todos los domingos. Y pensar que mi esposo, cuando nos casamos odiaba el fútbol. Nosotros vivíamos en La Boca y allí en todo el barrio (en los bares, en los negocios, en las calles, en las pizzerías…) de lo único que se hablaba era de fútbol. Y como para llegar a nuestra casa había que pasar por esa zona, mi marido caminaba como treinta cuadras con tal de evitar ese ambiente futbolero que detestaba.   ¡Mire si odiaba el fútbol mi finado esposo!

Hasta que un día, un equipo yugoeslavo jugó con Boca aquí, y todos los paisanos lo vinieron a buscar para llevarlo a la cancha.

Esa fue su primera vez en un partido. Y fue tanto, pero tanto, lo que le gustó que no dejó de ir un solo domingo a ver a Boca. Se convirtió en un fanático más.

Iba a Rosario, a Santa Fe y donde jugase…

¡Ja!, ¡Ja!, recuerdo que una vez a Boca le anularon un gol injustamente. Y mi marido, exaltado, entró a la cancha y le pegó una trompada al árbitro.                 

¡Ja!, ¡Ja!…  ¿Quien iba a decir eso del que se caminaba un montón de cuadras para no oír hablar de fútbol?”.

–  Cosme P. (de Martínez):

“¿Cómo dice? ¿Sí había violencia en el fútbol en aquellos tiempos?.

¡Ja!. Pero claro que sí hombre.

Pobrecitos los refereís. La gente los insultaba, les tiraban piedras y los esperaban a la salida para pegarles.

Había mucha pasión, mucho fervor y eso se transmitía a los jugadores que también entraban en ese clima.

Recuerdo que cuando Boca tenía que jugar con River, la cosa ya se palpitaba como veinte días antes. Entonces, los jugadores de cada equipo (algunos eran amigos) si se encontraban por las calles eran capaces de no saludarse.

Y la gente hacía apuestas a favor de uno u otro, y a veces, más de uno terminaba con un ojo en compota después de cada partido”.        

–  Horacio R. (fana de Independiente):

El autor de esta nota se encontraba en un boliche bailable de la zona norte, donde curiosamente, un seguridad de aquel lugar paró un tiempo en la barra de Independiente.

Aquel día, el ex barra nos dijo lo siguiente.

–   ¿Me decís que te cuente una anécdota?    Mirá, hace unos años jugamos por la Copa Libertadores en Venezuela, y un par de nosotros fuimos a alentar al ‘rojo’.

Bajamos del avión, y cinco subimos a un remís. Le decimos al chofer que nos acerque hasta la cancha, y empieza a dar un montón de vueltas hasta que llega a un lugar descampado. Allí, se cruza otro coche y obliga al remisero a detenerse (aparentemente estaban combinados).

Tres tipos nos apuntan, nos hacen bajar y nos quieren ‘chorear’.

¿Qué? ¿A nosotros?, les decimos.

¡Ja, Ja, Ja, Ja!… no sabés como corrieron los chorros y el remisero.   No te das una idea.   ¡Ja, Ja, Ja!.

La violencia en el fútbol no es un patrimonio argentino:

En el resto del mundo la violencia dentro y fuera de los estadios de fútbol no es menor que en nuestro país. Por el contrario, muchos hechos nos llaman la atención por su dimensión, ferocidad y canibalismo.

En 1958, en un partido jugado entre Brasil y Hungría por la Copa del Mundo (en Berna), los brasileños excitados por hinchas fanáticos jugaron de un modo tan brutal que el cotejo terminó en una pelea en las tribunas entre los espectadores, que alcanzaban a un centenar, y al mismo tiempo entre los dos equipos en los vestuarios.

A raíz de ese partido, la FIFA decide que los Campeonatos Internacionales deben jugarse en canchas provistas de alambrado olímpico.

También el partido entre Alemania y Hungría había culminado con severos disturbios en ese torneo.

En 1962, cuando Chile le gana a Italia (en Santiago), los jugadores italianos son tratados brutalmente por los chilenos, y en Milán, el consulado de Chile es asaltado por una multitud enardecida.

Tiempo después, en Africa, cuando el equipo de Gabón es derrotado por Congo Brazzaville, se desata una ola de violencia contra los congoleños que habitaban la zona de Libreville (capital de Gabón) a los que se responde con otra igual contra los gaboneses que habitaban Brazzaville (capital de Congo).

El saldo: 9 muertos, centenares de heridos y un nuevo motivo de roce entre ambos países. También en ese año, en un partido entre Viena y Reims, los austriacos son agredidos por los franceses.

En 1964, un encuentro que protagonizaron Perú y Argentina (en Lima), terminó en una catástrofe. El árbitro anuló un gol peruano y los espectadores desataron toda su furia. La policía reprimió con gases lacrimógenos y, presa del pánico, la multitud intentó huir. Pero al encontrarse con las puertas del estadio cerradas se produjo una avalancha donde murieron aplastados 350 personas.

Una verdadera peste emocional se hizo presa de la población limeña que se lanzó a recorrer las calles de la ciudad rompiendo vidrieras y quemando automóviles.

El gobierno tuvo que suspender las garantías constitucionales y declarar el estado de sitio por un mes.

En 1964, en la ciudad inglesa de Bolton, en un partido entre el Bolton Wanders y Stoke City, una batahola produce 33 muertos y 500 heridos.

En 1965, en un partido entre Francia y Yugoslavia (jugando en Palermo), cuando el árbitro le anuló un gol al equipo francés, los franceses agredieron al árbitro y al equipo yugoeslavo, e influyeron en el desarrollo del cotejo que terminó con el score a favor de Francia.

En 1966, en el encuentro disputado por Leeds United de Inglaterra y Valencia de España (jugando en Inglaterra), debió intervenir la policía ante los graves disturbios y el árbitro suspendió el partido.

Ese mismo año, en el mismo país, se produce una batalla campal en el partido que jugaron Celtic Glasgow y Liverpool. Hubo, además, lanzamiento de botellas y otros proyectiles que ocasionaron una cifra aproximada a 100 heridos.

También en 1966, en el partido que enfrentó a Manchester y Everton (disputado en Mancheste) hubo numerosos heridos y los hinchas locales saquearon el tren donde viajaban los visitantes.

En 1967, en Viena, en el partido que dirimen Austria y Grecia por la Copa de

Europa, la multitud invade la cancha produciéndose numerosos heridos.

En 1968, en el clásico entre Glasgow Rangers y Celtic, por el campeonato Escocés, los espectadores invaden la cancha dejando un tendal de 50 heridos.

Ese mismo año, hay actos predatorios a trenes ingleses por los hinchas del East Ham United.

En 1969, en la ciudad de Quito, con motivo del partido entre Ecuador y Uruguay por la Copa Libertadores, un espectador ingresó al campo de juego y agredió al árbitro, dando así comienzo a una verdadera guerra que la policía no pudo sofocar. Hubo incendio de coches y destrozo de instalaciones dejando un saldo de un muerto y numerosas personas heridas.

También en 1969, en Escocia, fueron incendiados tres estadios en el lapso de tres días.

En el match entre Leeds y Nottingham Forest, el encuentro fue suspendido porque los adictos al Leeds incendiaron las gradas principales.

En el estadio de Leicester, los hinchas de Nottingham Forest levantaron un cartel que decía “Odiamos a Leicester City”. En ese partido hubo centenares de heridos.

Hubo violencia en Italia, también en 1969, en Torre de Greco, donde los ‘Tifosi’ locales agredieron al club visitante Juve Stabia. Estos permanecieron atrincherados por cinco horas hasta que la policía llegó con refuerzos y alejó a los promotores del desorden.

En 1970, los habitantes de la ciudad turca de Balikesit organizaron violentas manifestaciones para protestar por el fallo de la Federación de Fútbol de Turquía que confirmó el triunfo de Bolu sobre Tarso. Ese mismo año, el árbitro Ricardo Melero renuncia a su cargo por haber recibido amenazas de muerte tras haber expulsado al jugador Johan Cryff.

En 1971, en un partido que disputan chilenos y argentinos (en Santiago) un jugador argentino es arrojado en una alcantarilla y un espectador de 16 años es asesinado de un tiro.

En 1971, en Inglaterra, un policía es apuñalado en el estadio de Chelsea, al formar parte de los agentes que intentaban desbaratar el brutal enfrentamiento entre los hinchas de Milwall y Chelsea.

En 1978, en Yugoslavia, al termino de un partido, los adictos a uno de los equipos atacaron al referí y uno de los componentes del grupo lo mató de una puñalada.

Cruzando el Río de la Plata, el clima del fútbol no es menos violento. El ‘Mundialito’ disputado en 1981 dejo un saldo de cuatro personas muertas y numerosos heridos.

En 1985, un partido internacional disputado en Bruselas entre Liverpool de Inglaterra y Juventus de Italia se convirtió en una verdadera catástrofe.

Los hinchas ingleses, enfurecidos, atacaron sin piedad a los italianos quedando un saldo de 40 muertos y numerosos heridos.

En 1986, se llevó a cabo en México una nueva edición del Campeonato Mundial.

Allí viajaron misteriosamente (nadie sabe quien subvencionó el viaje) varios representantes de barras bravas argentinas. Y también lo hicieron un millar de ‘Holigans’ ingleses.

La eterna rivalidad de ambos, acrecentada por el cercano conflicto de las Islas Malvinas, hacía suponer que un enfrentamiento entre ambas parcialidades podría terminar en tragedia.

Argentina debió jugar con Inglaterra en cuartos de final y los hinchas ‘jugaron su propio partido’ en las inmediaciones del estadio, al final del encuentro. Hubo una docena de heridos y algunas escaramuzas pero no hubo que lamentar víctimas fatales.

El Mundial de 1990, disputado en Italia, fue pobre deportivamente (de acuerdo a las críticas de la prensa mundial) pero muy rico en materia de disturbios y conductas desviadas.

La vasta intolerancia que argentinos e ingleses demostraron en México, fue un aperitivo de lo que se venía en Italia.

Es así, que numerosos países estaban representados en las gradas y en las calles por grupos de revoltosos que, en nombre de su nación, se emborrachaban, rompían autos, vidrieras, casas… e hicieron de la violencia y la maldad un verdadero culto.

Violencia y curiosidades:

Ya en 1314, en Inglaterra, el rey Eduardo II debió prohibir la práctica de fútbol porque la brutalidad con que se jugaba provocaba numerosos heridos y aún muertos.

La interdicción duró dos siglos, aunque se seguía jugando clandestinamente.

Un obrero de San Pablo cumplió la promesa de darse muerte si Brasil ganaba el Campeonato Mundial 1958.

Un sargento brasileño murió de un paro cardíaco junto al receptor de su radio, al oír el gol que le dio la victoria a Uruguay en la IV edición de la Copa del Mundo.

Cuando la selección brasileña de fútbol fue eliminada del Campeonato Mundial de 1966, hubo tres suicidios, un muerto por sincope, cuatro heridos de bala, veinte lesionados en una pelea (en San Pablo) y en Río de Janeiro se levantaron horcas destinadas a los miembros  de la Dirección Técnica.

Sin duda, uno de los acontecimientos más grotescos y relevantes en estas historias de violencia, ocurrió en 1969 en un match que protagonizaron Honduras y Salvador.

La delegación de Salvador había viajado a Tegucigalpa para disputar un encuentro eliminatorio. Los futbolistas fueron derrotados por Honduras tras una noche en que las barras apedrearon el hotel donde se alojaban los jugadores visitantes.

La escena se repitió en Salvador al jugarse la revancha y entonces el Ejército cruzó la frontera capturando varias poblaciones, con el pretexto de detener la represión que sufrían los compatriotas hondureños.

Conclusión:

Desde este medio, no estamos en contra de los cánticos, las banderas, los tamboriles, los papelitos, y todo aquello que hace el entorno de fútbol y constituyen su ‘folclore’. Que lo vigoriza y lo nutre de una alegría poco frecuente en otros deportes.

Entendemos la ansiedad por el triunfo y la angustia por una derrota. Pero no concebimos la agresión absurda y cruel. Esa catarata de violencia desgranada en tantas décadas por grupos antagónicos que sembraron el horror, la desazón y el pánico que tanto daño le han hecho a nuestro fútbol.

¿Qué venimos haciendo desde julio de 1916 para paliar este flagelo, cuando la gente quemó la cancha de Liniers provocando el primer incidente de envergadura en un estadio?…:

a)  El público que se da cita en las canchas aplaude el ingreso de las barras bravas al ‘tablón’, y adhieren con el aliento, cuando éstos les advierten a los rivales de turno lo que le puede suceder a la salida. Muchos requieren autógrafos de sus ídolos (‘El Abuelo’, máxima autoridad de los hinchas boquenses, los firmaba en gran cantidad).

b)  Sobrados dirigentes le otorgan a estos sujetos la facilidad de ingresar gratis a los estadios; algunos permiten que peligrosos barra bravas sean empleados del club (como ‘Poli’, líder del grupo sanlorencista); y otros se encargan de gestar la libertad de aquellos hinchas detenidos por las fuerzas del orden.

c) La policía monta espectaculares operativos de prevención y supervisa el ingreso del público a los estadios pero, poco y mal, lo hacen con los revoltosos de siempre que nunca se desprenden de sus proyectiles predilectos.

d) Algún imprudente dirigente, allegado a grupos de poder, exporta violencia financiando el traslado de estas personas al exterior. Hemos visto que las barras presencian gratuitamente los mundiales.

e) Más de un político estrecha vínculos con ellos y aprovechan sus condiciones y aptitudes en provecho propio.

f)  Los legisladores tardaron setenta años para darse cuenta que en el fútbol existía la violencia, y en 1986, sancionaron una ley que muy pocas veces se aplicó.

g) El presidente Carlos Menem, ante tantos desmanes producidos y tras la muerte de Saturnino Cabrera, impartió una orden precisa y estricta que obligaba a los dirigentes de los clubes y a la policía a trabajar en conjunto para evitar el ingreso a los estadios de aquellos grupos, bien identificados, que integraban las barras bravas. Nadie acató la instrucción y el peligro sigue vigente.

Todos fustigan y denostan los privilegios, el libertinaje y el proceder de estos grupos de poder. Y tras cada agresión, tras cada vida cobrada, la sociedad se irrita y se lamenta, clamando juicio y castigo para los responsables.

Cómo sociedad, y por todo lo visto y dicho: ¿no deberíamos mirarnos al espejo para hallar a los culpables?

  • Datos estadísticos: ‘Fútbol y Masas’, de Juan José Sebreli.  Diarios nacionales de la época. Y testimonios recogidos por este medio.
  • Ilustraciones: www.fotosbuzz.com.