A 38 años del hundimiento del ARA General Belgrano revivimos el testimonio de un vecino de Olivos

El 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas Argentinas ocuparon las Islas Malvinas afirmando nuestros derechos soberanos en el Atlántico Sur.  Posteriormente, un recuerdo imborrable: ‘La guerra’.

Por: Claudio Omar Antunovich

El 2 de Mayo de 1982, hace exactamente 38 años, se produjo el hundimiento del ARA General Belgrano, a consecuencia del ataque del submarino Británico Conqueror (fuera del área de exclusión) dejando como saldo la muerte de 323 Argentinos.

En tal sentido, hace unos años Para Todos entrevistó a Claudio Barroca quien fue tripulante de ese buque quien recordó los pormenores de aquel suceso.

Aquella nota, que hoy revivimos, comenzaba con el siguiente testimonio del Capitán de Navío Héctor E. Bonzo, comandante del Crucero ARA ‘General Belgrano’, en su libro: ‘1.093  Tripulantes’:

“… Eran las 13.15 hs. de ese lunes 3 de mayo, cuando el ruido del motor de un avión conmocionó a todos…

Por las similares reacciones que se registraban, hasta parecía producto de hipnosis colectiva. Los ubicados cerca de las portas, asomaron rápidamente sus cabezas por las escotillas para buscar lo que intuíamos que era una aeronave.

Y como si fuera el despertar de una horrible pesadilla, entre nubes plomizas y algún reflejo de sol, se dejó ver con claridad la bendita silueta de un avión Naval Neptune.

Para que no queden dudas de que habíamos sido avistados, el avión comenzó a realizar alabeos y picadas sobre el mar. Al mismo tiempo arrojaba señales de humo que hasta parecían brindarnos calor. 

Dios fue muy generoso al permitirnos ver esta señal de vida.  Era como si el Cristo Marinero, hubiera tironeado nuestras barcas hacia un puerto seguro. 

A partir de allí, solo quedaba aguardar la llegada de naves de rescate, y afortunadamente no tuvimos que esperar mucho. Escasos 80 minutos después, se avistaron sobre las crestas de las olas los mástiles de un buque. 

Su estrepitosa sirena fue como un conmovedor llamado a resistir un poco más, pues ya estaban ahí…”. 

Aquí, la nota:

Claudio Barroca está más robusto que en 1982, con cabellera enrulada y dueño de una particular sonrisa.

Nuestro entrevistado no deja de sorprenderse por la idea de ser reporteado.

Nos recibió con cordialidad, donde, algo tímido al comienzo pero más suelto después, nos contó su experiencia.

– Una mañana te levantás, te enterás que tu país está en guerra y que vas a formar parte  de ella.  ¿Cuando lo supiste, qué te pasó por la cabeza?

– Me enteré el mismo 2 de abril. En aquel entonces yo era Cabo Segundo y estaba en el buque ‘General Belgrano’ cumpliendo mis funciones específicas. Obviamente, tenía ganas de ir. ¡Era mi Profesión!

– ¿Miedo?

– No, para nada.

– ¿Qué función cumplías en el buque?

– Era auxiliar. Estaba en la sala de máquinas.

– ¿Cómo veías a tus compañeros y en qué consistía el trabajo diario?

– Estábamos bien preparados, con ganas. Cumplíamos con las guardias y se hacían zafarranchos de combate como si fueran reales.

– La tarde del 2 de mayo de 1982 un torpedo del submarino británico ‘Cónqueror’ impacta en el ‘General Belgrano’ y posteriormente éste se hunde. Luego, las versiones…

Fuentes argentinas indicaban que el buque (acompañado por el destructor ‘Piedra Buena’ y el ‘Aviso Gurruchaga’) no tenía capacidad de combate y se hallaba fuera de la zona de exclusión.  En tanto, los ingleses aseguraban que ustedes viraban hacia el teatro de operaciones en función de ataque.  Vos que estuviste en el lugar de los hechos ¿Qué nos podes decir al respecto?

– Mirá, en cuanto a la posición y rumbo del ‘General Belgrano’ son datos que solo los manejaba el Capitán. Lo cierto, es que estábamos fuera de la Zona de Exclusión y no en función de ataque.

– El buque es torpedeado, se hunde, hay posibilidades de morir… ¿Cómo viviste ese momento tan particular?

– La verdad, es que no medís consecuencias ni haces ningún tipo de cálculos, solo actuás en frío.

La cosa fue así:  yo tenía que tomar la guardia a las 16 hs. y a las 15.55 fue el primer torpedo. O sea, que donde yo debería estar merendando antes de tomar la guardia se hizo un boquete.

El torpedo entró por abajo y pasó a cubierta.

Enseguida, vino el segundo torpedo y el buque escoró. Es decir, quedó torcido.

– ¿Dónde te encontrabas?

– Yo estaba en primera cubierta, debajo de la cubierta principal.

– ¿Y luego?

– Salimos todos afuera y vimos que el buque se escoraba. Entonces, nos dieron orden de abandonarlo porque se inclinó muy rápido. Mi grupo buscó la balsa correspondiente y nos tiramos al agua. De la desesperación, en algunas había 10 personas y en otras hasta 20.

Ya que el que no encontraba la suya se subía donde podía.

– De los 1093 tripulantes murieron 300.  ¿Por qué tantos?

– El primer torpedo entra en la sala de máquinas y afecta a la guardia entrante y la sala saliente. Además, del comedor donde había gente merendando.

– ¿Y vos tendrías que haber estado allí?

– Exacto. Murió tanta gente porque la cosa en todos lados fue doble. Al torpedear la sala de máquinas, se rompió el generador y no hubo luz.

Esa parte se incendió y mucha gente murió quemada.  Luego, vino el segundo torpedo que rompió la proa y el buque escoró velozmente.

– ¿Perdiste algún amigo?

–  Si, mi primo y compañero.

– ¿Muchas desavenencias en la balsa?

– Después del hundimiento (que fue a las 17 hs) se sintió una explosión abajo, que deben haber sido las calderas. Había mucha marea, olas de 7 metros y una corriente que te tiraba a la Antártida.

Las balsas debían ir atadas pero como además había mucha tormenta, hubo que cortar las sogas y cada balsa por su lado. La balsa es redonda, con un techo y un cierre a cada lado.

A nosotros se nos había roto un cierre. Cuando sentíamos un chiflido se nos estampaba una ola arriba. Entonces teníamos que sacar el agua que se acumulaba, entre otras cosas.

– ¿Tenías fe, o pensabas que era el final?

–  Mira, en esos momentos perdonas hasta el más desgraciado. De a ratos te sobra fe, pero también es cierto que en otros momentos se te va.

– ¿Y el rescate?

– Estuvimos 23 horas en el mar, hasta que nos rescató el ‘Piedrabuena’ y nos llevó a Ushuaia. Nos dieron de comer, ropa nueva y nos mandaron en avión a Puerto Belgrano.

Fuimos al hospital y allí nos hicieron una revisación completa. Luego nos dieron plata, un certificado… y a casa.

– ¿Y el recibimiento?

– Lindo. Muy emotivo.

– ¿Cómo prosiguió tu vida?

– Seguí mi carrera dos años más y luego me retiré. En marzo de 1985 conseguí trabajo en Segba como electricista y aún trabajo allí, o mejor dicho, trabajo en EDENOR. Además, trabaje en el rubro inmobiliario.

En 1986 me casé (con Liliana Marrone) y tuvimos un hijo (Matías).

Claudio Barroca, su gesta. ¡Un héroe! “Una porción de nuestra historia que no debemos olvidar”.